Siento un miedo visceral; ¡me muero, me muero, me muero!
Pues me muero.
Ya no quiero correr.
Este león no es real, aunque el miedo puede hacer parecer que lo es.
Estoy agotada de huir. Me quedo dónde estoy y me abro a la posibilidad de ser comida por el león, devorada por el miedo, atravesada por el dolor.
Abre los ojos y mira qué círculos se abren ante ti. La unidad se mueve a la multiplicidad para después volver a la unidad, a su centro. Pero ese centro, aún siendo el mismo, no está en el mismo lugar. Se ha desplazado a un lugar un poco más profundo de tu ser.
Y deja rastro. Y deja huella. Y deja herida.
La misma puerta que te lleva a la muerte te lleva a la vida.
Capítulo IV. EL AMOR.
Heridas.
Anna desde el fondo del intersticio.